jueves, 3 de marzo de 2011

Descripción de un colapso


He perdido una hoja importante. Ella contenía instrucciones de una misión laboral. Sospecho que he perdido esa hoja entre muchas otras hojas que son también de responsabilidad... Pero la hoja mencionada se hace importante por ser urgente, por ser para ayer. Mi mente de olvido selectivo ha omitido esa tarea hasta ahora, y cuando decidió recordarla, el papel no apareció. Es un golpe muy duro. (En realidad se trata de un golpe simplón pero en el contexto inmediato resulta un golpe tremendo).

Inicialmente, negación: "Debe estar en alguna parte. No puedo haberlo perdido!" Remuevo rumas de desorden, algunas hojas las vuelvo a apilar en otro canto, otras las desecho (valga decir que a estas últimas las arrojaba al cesto culpándolas de existir y de no ser lo que necesitaba). Busco en mi habitación, en la mesita de noche, en la cómoda, en el armario, sobre y debajo de mi cama, en las cuatro esquinas donde se esconden las arañas, y nada. Intento recordar el día en que nació esa hoja. Descarto entonces que pueda estar entre mi desorden actual, debe habitar un desorden anterior: la biblioteca. Me traslado hacia este recinto, y reconozco sobre mi mesa las fotocopias de cinco libros de Foucault, lectura que debió ser mi verano. Nos saludamos parcamente y procedo a revisar entre esas hojas. Nada. Los demás libros tampoco cobijan la hoja esquiva. Tres mesas, cuatro estantes, doce sillas, cuatro cajas y el suelo. Más nada. Me dejo caer entre todos los papeles que arrojé durante mi búsqueda, extiendo la angustia sobre mi cuerpo, mi cuerpo sobre sí mismo y libero un grito breve al recordar otra hoja de caracter para ayer.

Sobrexcedido el umbral de la angustia, ya no experimento mayor agobio. Me desprendo del tiempo y de mi peso. Extraña paz. Asoma un rapto de cordura impasible para revelarme el trazo a mano alzada con el que he diseñado este laberinto; y me dice tiernamente al oido "No existe Dédalo ni plumas ni lino ni cera para escapar"...