Mientras conversaba con su madre, Nicolle me miraba con curiosidad. Le sonreí. La pequeña, que ese día iniciaba clases en primer grado, me devolvió la sonrisa. Seguí conversando con su madre, y un par de minutos después, Nicolle me ofrecía un sticker. Acepté agradecida pero de manera descuidada, no sabía dónde pegar su obsequio, asi que opté en estamparlo en una esquina de mi escritorio.
La madre de Nicolle se retiraba, pero Nicolle no se movía, miraba el sticker. "Qué pasa?", le pregunté, "deseas que te lo devuelva?". Ella me dijo que no e inmediatamente se acercó, retiró el sticker del escritorio y, con cuidado, lo pegó en mi brazo. "Debes pegarlo en algo tuyo", dijo, y validó su afirmación asegurándose que el sticker se hubiera adherido correctamente. Así, en segundos, la pequeña Nicolle cuestionó mi idea básica de propiedad, y con una lógica limpia de complicaciones me desposeyó de todo salvo de mi yo.
Empezamos el año y esta es la primera lección de Nicolle.
Tengo mucho por aprender.
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