martes, 27 de diciembre de 2011

No oirás la bala



Dependiendo del calibre y del arma, una bala puede ir a una velocidad de más de 1000 metros por segundo. El sonido viaja a tan solo 340 m/s… Eso implica que si te disparo de forma efectiva podrías no escuchar el sonido producido por el pedacito de mundo con el que te facilite la muerte. Por algún motivo, esto me resulta tristísimo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Una manzana de Lispector

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Dios padre: ¿Cómo va tu vida sexual, hijo mío?

Hombre hijo: Sabes, condenado a sentir esperanza.

Dios padre: ¿Tienes esperanza?

Hombre hijo: Sí, la tengo.

Dios padre: Te lo ordeno. Ordeno que sufras la esperanza. Ve y sufre la esperanza. Debes saber que la vida es un combate que a los débiles abate.

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domingo, 6 de noviembre de 2011

Mi piedra alada

En un inesperado paseo por la playa, lo encontré. Yo avanzaba con mucho cuidado, viendo sobre qué caminar, ubicando las piedras más grandes para pisar sobre ellas, así intentaba que no me traicionasen los zapatos de taco alto. Y, entonces, apareció. Un cangrejito en rictus mortal sobre una piedra negra. Me provocó ternura. La posición en que se encontraba su cuerpo, recogido hacia el cielo, de cara al mar, tenía algo que proyectaba dignidad y desasosiego. El sol había secado sus restos y había desvanecido cualquier rastro de color, estaba muy pálido. El contraste con la piedra negra resultaba lírico. Los tomé a ambos, crustáceo y piedra. Ligeramente incliné la piedra para dejar caer al cangrejito muerto sobre la palma de mi mano, pero el cangrejito no cayó. Estaba adosado a la piedra negra. Me estremecí. Él no murió solo, encontró ese pedazo de mundo y se adhirió a él con fuerza. Porque todo es mejor que la soledad. Mucho más si se ha de enfrentar la muerte. Ahora yo estaba convencida de que algo en común teníamos.

Con la piedra y el cangrejito salimos de la playa e iniciamos nuestro recorrido hacia la civilización. A unos pocos pasos, la piedra se tornó húmeda. Se deshacía en llanto. ¿Por qué llorar le dije? El cangrejito también empezó a desprender líquido. Ambos eran un mar de desconsuelo. Nos detuvimos en una cafetería. Algo le pasaba a mi piedra crustáceo. Hice girar la piedra y, esta vez, el cangrejito cayó. Se había desprendido. “No lloren”. “Calma”. “Ambos”. Pero no pude apaciguarlos. Recordé entonces que yo también fui un cangrejito y que yo también tuve una piedra negra a la cual me adherí vivamente, con las patas, con el abdomen y con todo lo que mi alma le permitió a mi cuerpo...

En la cafetería, nadie pudo apaciguarnos.

lunes, 24 de octubre de 2011

Lo que no debí preguntar

Eramos ella, él y yo. Ella lo cuidaba amorosamente, aunque él no prestaba mayor atención a sus detalles. Él permanecía en silencio, miraba al cielo, jugaba desorbitando sus ojos y masticaba con afán algo entre sus dientes sin necesidad de abrir la boca. Ella me intrigaba por la adoración que prodigaba a su pequeño crio, y él por su deleite en lo que masticaba. De tanto observarlos, ella me dijo "¿qué quieres saber?" No fue agresiva al decirme esto, solo lo suficientemente directa como para entender que era mejor preguntar de una buena vez. Con la licencia para curiosear, opté por saber qué estaba masticando el niño ese. Ella: "Muéstrale a la señorita". El niño abrió la boca y se acercó para que pudiese observarle. Su lengua desprendida flotaba en sangre. Las profundas laceraciones que tenía me provocaron dolor ajeno. Pero el niño sonreía. La señora sonreía. Yo también sonreí.

domingo, 9 de octubre de 2011

La danza de los osos

Los osos danzan al son de las estrellas. ¿Recuerdas? La Quijotina sabe. Bailemos nosotros también aunque arrastres una pierna. Mira, allí va una hada fugaz. ¿Qué deseas? Es cierto, es mejor no decirlo. Sigamos bailando. Ayer te soñé, reías estrepitosamente y asustabas a mi hermana menor. Yo le invitaba una fresa. Ella nos miraba desconfiada. Por ánimo de provocación, yo imitaba tu risa y haciamos que las ventanas convulsionasen. Qué risotadas de tan mal gusto, pero qué alegría tan buena. Deberiamos ser así siempre, pero sin el deber. ¿Quieres seguir bailando? La música no podría acabarse pues no hay música, simplemente te sigo en cada sístole y diástole. Tu corazón es mi estrella. Tengo planos para el futuro pero los he cambiado todos por un manojo de azucenas. Ahora en mi sala el olor de estas flores ha penetrado hasta en el teléfono. Se está bien así. Con las manos vacías y la sonrisa llena. Bailemos y sigamos bailando. Que tu corazón es mi estrella.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Jorge me dice:

Los libros que prefiero no son de papel
Sino de yerba de madera
De alabastro de misteriosas materias
Que quizás no existen
Antiguos libros de piedra
Grabados por la sangre y el sollozo
Escritos por la lluvia
Y por los siglos que ya nadie lee
Ni conoce. Pero mi libro predilecto
No es de cristal ni de hulla
Sino de carne y hueso tiene páginas
De seda como tus mejillas
Y es sagrado

jueves, 11 de agosto de 2011

Ordenando el estante

No es que no tenga nada que decir, es que no quiero decir nada de lo que tengo. Estoy asustada. Aterrada sería la palabra precisa. No he determinado exactamente qué es lo que provoca este miedo, pero reconozco que tiene algo que ver con el extravío. Me he perdido. Y escribirlo resulta dos veces terrible. Realicé un viaje para encontrarme y fue algo excepcional. Conocí lugares maravillosos y mis ojos se llenaron de imágenes surreales. Incluso afirmo abiertamente que deseo regresar allá. Mas aunque fue genial, no me encontré. Sigo perdida y es aún peor. El peligro no descansa. Porque pronto terminará esta ilusión de tiempo en blanco y acudirán mis ocupaciones habituales y me sentiré angustiada porque el tiempo correrá entre actividades rutinarias que me esquilman la alegría. Los paréntesis me dan alivio. Esos pequeños espacios en que corto realidades y creo minificciones que luego olvido. No me desvive un recuerdo ni un futuro, sino los instantáneos presentes. Puede ser un viaje, un libro, una pintura, un vino, una plaza, una nube, una persona. La felicidad debe ser eso. El instante. Luego corro en sentido contrario porque el instante es un ser breve. En la huida, me he perdido en una plaza. Frente a una catedral. Mis pensamientos se agolpan y suenan como cofres de pecanas. Es mi poca coherencia. En el estante donde ordeno los libros que ordenan el sistemático girar de mi universo ya no cabe nada. Pero sigo comprando libros. Es una manía extraña. Nunca leeré muchos de los libros que he comprado. Me has descubierto. Pero es una bonita ilusión creer que sí lo haré y que luego podré contarte una historia ajena para que me escuches atento mientras urdo el tejido tosco de mis palabras. Contarte una historia es lo mejor que tengo. Por eso amo tanto mi estante. Porque es un mar y cada libro un pez lenguado sabroso. Mi vanidad me lleva a creer que nadie podría contarte mejor que yo la historia que elijo para ti. Que reinvento. Es en ese espacio en el que no soy extranjera, ni señora, solo cómica y puedo reír despreocupada. Cierro un libro y estoy nuevamente perdida y temo que tú no creas ya mis historias y me lamento tanto. Estoy asustada. Aterrada sería la palabra precisa. No he determinado exactamente qué es lo que provoca este miedo, pero reconozco que tiene algo que ver con el extravío. Me he perdido. Y escribirlo resulta dos veces terrible.

sábado, 14 de mayo de 2011

10 de octubre de 2006

Lo que apunté fue esto:

Será anhelo de grandeza lo que me lleva a soñar con gigantes? Será mi caprichoso y sobredimensionado ego encarnado?

La primera vez que soñe con un gigante, siendo específicos, con parte de él, fue hace un año.

Era una mañana. Me encontraba mirando el jardín interior de mi casa, jardín que no es más que una breve extensión de tierra habitada por dos tétricas sábilas. Junto a una de ellas se encontraba un avechucho, del tamaño de un gallinazo. Visto de perfil, parecía no tener pico sino una pequeño montículo semejante a una nariz. Lo que debía de ser su rostro y sobresalir, como en general pasa con todas las aves, era plano.

Era un ave extraña y no pude dejar de mirarla. De pronto, tornó su rostro 90º y se encontró mirándome fijamente. Era similar al de un ser humano, aunque los detalles estaban atenuados, como un tallado superficial. Sus ojos eran pequeños y rasgados, con un brillo desconcertante. Inesperadamente, empezó a graznar. Un ruido seco y retumbante que se quebraba cada tanto con agudos altos. Mi corazón se acongojaba y quería volarse. Yo no sabía si moverme, temía que el ave se lanzace encima mío.

En mi nerviosismo, alcé los ojos sobre el muro que separa mi casa de la del vecino, para dejar de ver a ese animal. En el vacío, a unos centimetros del término del muro, observé el momento exacto en el que una especie de puerta se "abrió" entre el aire. La manifestación de otra dimensión colándose en la mía. Un brazo enorme se deslizó por esa puerta y tanteo en el jardín hasta encontrar al ave que me tenía espantada. Cuando tuvo entre sus dedos al animal este graznó con más fuerza. Finalmente, el brazo gigante se llevó al ave y cerró la puerta.




Ese fue mi primer sueño de gigantes... Y sigo buscando una explicación.

sueños que anteceden

Como te decía en un post previo, pasaré a contarte algunos de mis sueños. Inicio por los sueños de gigantes... no podría contarte nada sin antes decirte sobre esos sueños que en algún momento empezaron a hacerse recurrentes en mi itinerario onírico.

miércoles, 20 de abril de 2011

Pensamientos insomniados



NO puedo dormir. Hoy que empieza oficialmente un breve descanso y debería dormir a mis anchas y angostas... no puedo conciliar el sueño. Puede ser motivo el hecho de que haya cenado en exceso, o que viese una película plagada de accidentes de tránsito, o que adicionado a lo anterior retornase a casa en un taxi que no respetó las luces rojas, taxi que contaba con un moderno equipo audiovisual y en una pantalla cercana al volante proyectaba un dvd de salsa colombiana en volumen envidiable a cualquier discoteca, taxi que me trajo a casa a una velocidad impresionante y así llegué en tan solo 10 minutos... Sí, puede ser un poco de todo lo anterior, mis visceras aún están temblando.

NO puedo dormir. Me provoca despertar a todos en casa y que nadie pueda dormir hoy, pero a pesar del deseo patente, respeto el sueño ajeno, además se ven tan felices. En tanto que no puedo dormir retomo el blog que tengo abandonado por motivos varios y pretextos innumerables. Hubiese preferido retomar el blog con un post distinto, algo bueno, algo genial, algo escrito con todo el ser. Hace poco ha sido mi cumpleaños, una fecha aciaga, pero al fin de cuentas he cumplido un año más y de alguna manera debería ser más sabia. Pero no, aunque el vino sea mi bebida preferida, no somos análogos, yo no mejoro con los años.

NO puedo dormir. No tener nada bueno que decir era uno de los pretextos por los cuales no estaba escribiendo. No encontraba ninguna idea digna de ser relatada, que alguien pudiese saborear (sí, esto implica que los post anteriores sì pasaron el filtro) y como no encontraba esa idea extraordinaria me abstenìa de actualizar el blog. Mas no puedo dormir y lo único que se puede hacer en estos casos es escribir y catarsear. Demonios, este debe ser el peor post de la historia. Eso sería bueno. Seguro que alguien ya obtuvo esa categoría y este debe ser un post relativamente malo nada más. Nos esforzaremos para hacer un post malìsimo. (El "nos" académico, ya estás involucrado en mi esfuerzo).

NO A KEIKO. Para que un post sea realmente malo, hay que contaminarlo con elementos terribles. Qué más terrible que tener que llegar a negar lo que no debió ser. En este insomnio maltrecho de a ratos creo que en realidad estoy dormida y las elecciones pasadas son parte de una pesadilla extendida.

NO puedo dormir. Por otra parte también tengo miedo de hacerlo. Los sueños de gigantes están amenazando y aunque pueden ser curiosos a veces me asustan; los sueños de ser mendigo también me tienen cuero enchinada y si volviese a soñarme muriendo tal vez no despierto... Tal vez los siguientes post sean sobre mis sueños. Están sicoanalizables. Sí, eso será lo siguiente que cuelgue en vista que este es el post del sueño esquivo.

NO puedo dormir. NO puedo dormir. NO puedo dormir. NO puedo dormir. NO puedo dormir, NO puedo dormir. NO puedo dormir. NO puedo dormir. Y me gustaría que estés aquí y que ronronees un rato para mí.

jueves, 3 de marzo de 2011

Descripción de un colapso


He perdido una hoja importante. Ella contenía instrucciones de una misión laboral. Sospecho que he perdido esa hoja entre muchas otras hojas que son también de responsabilidad... Pero la hoja mencionada se hace importante por ser urgente, por ser para ayer. Mi mente de olvido selectivo ha omitido esa tarea hasta ahora, y cuando decidió recordarla, el papel no apareció. Es un golpe muy duro. (En realidad se trata de un golpe simplón pero en el contexto inmediato resulta un golpe tremendo).

Inicialmente, negación: "Debe estar en alguna parte. No puedo haberlo perdido!" Remuevo rumas de desorden, algunas hojas las vuelvo a apilar en otro canto, otras las desecho (valga decir que a estas últimas las arrojaba al cesto culpándolas de existir y de no ser lo que necesitaba). Busco en mi habitación, en la mesita de noche, en la cómoda, en el armario, sobre y debajo de mi cama, en las cuatro esquinas donde se esconden las arañas, y nada. Intento recordar el día en que nació esa hoja. Descarto entonces que pueda estar entre mi desorden actual, debe habitar un desorden anterior: la biblioteca. Me traslado hacia este recinto, y reconozco sobre mi mesa las fotocopias de cinco libros de Foucault, lectura que debió ser mi verano. Nos saludamos parcamente y procedo a revisar entre esas hojas. Nada. Los demás libros tampoco cobijan la hoja esquiva. Tres mesas, cuatro estantes, doce sillas, cuatro cajas y el suelo. Más nada. Me dejo caer entre todos los papeles que arrojé durante mi búsqueda, extiendo la angustia sobre mi cuerpo, mi cuerpo sobre sí mismo y libero un grito breve al recordar otra hoja de caracter para ayer.

Sobrexcedido el umbral de la angustia, ya no experimento mayor agobio. Me desprendo del tiempo y de mi peso. Extraña paz. Asoma un rapto de cordura impasible para revelarme el trazo a mano alzada con el que he diseñado este laberinto; y me dice tiernamente al oido "No existe Dédalo ni plumas ni lino ni cera para escapar"...

domingo, 2 de enero de 2011

Sabiduría básica

Los niños son peligrosos. Desconfíe de ellos. No saben mucho, pero intuyen demasiado.


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