lunes, 15 de octubre de 2012

Buena presencia



Inicialmente no podía caminar. Era complicado y hasta doloroso. Aunque veía que su silueta se estilizaba con ese accesorio, no estaba lo suficientemente convencida. Esta poca convicción originaba el efecto contrario, sus piernas se contraían, su espalda se encorvaba y miraba al suelo como si estuviese buscando algo. Lo estético volteaba los ojos para no sentir lástima.

Fue el sonido lo que originó el cambio. La tarde que saliendo de la oficina se escuchó. El corredor estaba despejado. Era solo ella atravesando la puerta encontrándose sola ante la calle. Tac tac tac tac tac... Tac tac tac tac tac... Tac tac tac tac tac...

La tercera vez que se detuvo, pensó en quitarse los zapatos, sintió miedo. Se reconocía en ese sonido y hasta en su eco. Siguió caminando Tac tac tac tac tac... Percibía su propia existencia anunciada por cada golpe de sus zapatos contra el suelo y... le gustó. Sintió que su cuerpo tomaba posesión de sus actos. Y con un tac, asentía. Relajó la espalda, estiro tan cuan extensas eran sus piernas y elevó la frente a la altura que apreciase todo un horizonte de la noche que despertaba.

Se sentía larga, interminable, universo y a la par concentrada en los límites de la piel que la contenía. Se reconocía y se asumía en cada paso. Y todo fue por unos cuantos tac tac tac que resonaron en una tarde poco concurrida. Como si se tratase de una revelación, su mente divagaba en plenitud. Los planos multidimensionales de la realidad habían confluido para que se encontrase. Esto podría haberle pasado a otra persona, pero ella estaba convencida que nunca nadie había vivido lo que estaba ella descubriendo.

Aunque claro, ella solo estaba haciendo cuenta de las experiencias humanas.

Existe la posibilidad de que sintiese lo mismo un gato cuando usa un cascabel.



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