- Otra vez, explíqueme. ¿Me dice usted que a su hermano se lo llevó el viento?
- Así es, no queda más por explicarle señor oficial. Se lo llevó el viento.
- ¿Usted lo vio?
- No. Pero no era necesario. Yo estaba dentro de casa. Sentí el aire violentando las ventanas, golpeando el tejado. Él estaba leyendo su periódico en el jardín. Cuando asomé a verle, el viento ya se lo había llevado.
- Pero si era un viento huracanado, ¿no debió acaso llevarse la casa entera?
- Es que era un viento del norte.
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Que el viento del norte se lleva a los buenos hombres.
- Y entonces...
- Descuide, a usted no se lo llevará.
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