Cuando el evento se prepara se imponen estrictos estándares de selección para las postulantes arañas bailarinas. Por su parte, la lista de invitados mantiene un detalle semejante para su elaboración, pues no todas las arañas podrían ser parte del público, el anfiteatro no tiene tal capacidad. En lo que respecta a la organización, no se escapa nada al comité, y los que digan que las hormigas son las más laboriosas, no conocen a estas arácnidas en época de ballet.
Si preguntas por el origen, sabrás que ninguna recuerda. Las más pequeñas preguntan a las abuelas y estas responden que sus abuelas tampoco supieron responderles y lo mismo con las abuelas de sus abuelas. Algunos afirman que fue hacia los primeros tiempos cuando la Araña madre extendió coordinadamente más de tres patas por puro placer y siguió repitiendo este ejercicio sumando sus otras patas y se fue formando el ritual. Margareta Ernich, especilista en la conducta de las arañas, me insta a no insistir en el origen puesto que estudiar a la sociedad de las tejedoras requiere observación hacia su presente descartándose el pasado pues ellas no poseen mayor memoria histórica mediante cuestionamiento directo; solo resta esperar mayores avances en el descriframiento de sus telas.
Desde hace diez años, los amantes del ballet han estado esperando secretamente que la muerte acaeciese. A mediados del año pasado, murió una Gran Reina y pasados los seis meses necesarios para los preparativos, la temporada de ballet se percibe en el aire. El anfiteatro se insufla de vida. Los deudos aun lloran a su amada monarca pero les resulta difícil controlar la excitación que les produce saber que pronto verán una función magistral y en palco preferencial (no es un secreto que los deudos más cercanos son los invitados de honor). La expectativa es mucha. Las bailarinas principales son jóvenes talentosas, de una gran dedicación y cuyas historias de entrega a este arte, a pesar de la dificultad, son semejantes a la de Graham o Alonso.
No lo olvido, le temo a las arañas, y puede parecer absurdo que esté esperando ansiosa por ver a 500 de ellas y de diferentes especies en un gran despliegue de escena; pero dime, aunque también les tuvieses miedo, ¿es que acaso tú no quisieras verlas bailar? Y si aceptas que desearías verlas, entenderás también que asesinar a la Gran Reina fue un mal necesario que alguien tenía que obrar. Aun no se ha esclarecido cómo ocurrió su muerte, por otra parte, casi no se lo han preguntado. Quien lo hiciese sabe que ha cometido un crimen despreciable. Matar una Gran Reina es prácticamente un pecado. Pero también sabe que muchos le agradecen secretamente. Una espera de diez años por una muerte natural era demasiado… A mí solo me queda una hora de espera y siento que ya no puedo esperar más.
Para los no invitados resta como consuelo que si las ven detenidamente al elaborar sus telarañas, en sus movimientos de tejedoras se entrevee de a ratos la delicadeza de su arte, pues ellas son muy profesionales y no dudamos que estos movimientos sean ensayo consciente para su siguiente presentación, hasta una próxima y casual muerte.
