
Cuando tenía nueve años, en vista que aún no era usual tener más que unos cuantos canales nacionales en TV, recuerdo que solía estar inquieta por hacer algo; a veces miraba por la ventana la cotidianidad de mis vecinos, otras tantas solía dibujar y eso me podía ocupar horas pues ya desde pequeña tenía la manía de ser minuciosa, pero había ocasiones en que ambos recursos se agotaban y empezaba nuevamente a dar vueltas en mi sala. A veces las vueltas eran literalmente girar y girar como un planeta, mientras pasaba la tarde. Sin permiso para salir de casa, pues mis padres siempre han temido lo peor, y para ellos lo peor está en las calles, las tardes después del colegio, después de terminar las tareas, eran largas, y las horas en casa pasaban lentas.
Una de esas tardes, decidí curiosear en el estante de madera en que mi padre guardaba libros y huacos. Ahora que lo recuerdo eran más los huacos que los libros, pero para ese entonces a mí me parecían muchos sus libros y me gustaba leer los títulos. Los libros gordos de contabilidad ocupaban la mayor parte, pero a un costado se encontraban libros de diferente faz. Me llamó la atención un título: Narraciones extraordinarias.
Un par de días después el título no se me había quitado de la cabeza. La palabra "extraordinario" me resultaba atrayente. Me animé a sacar el libro y me encerré en mi habitación. Leí al azar. El primer cuento fue "El corázón delator". Al terminar de leerlo mi cuerpo temblaba. No era miedo, era una intensa alegría. Junto al protagonista, odié inmensamente el ojo nublado de ese viejecito, éxperimenté los escalofrios que este le provocaba, entendí que ese ojo y yo no podiamos seguir coexistiendo, se tenía que tomar medidas radicales, fui perversamente feliz cuando cometimos exitosamente la aniquilación de ese endemoniado ojo, suspiré aliviada cuando escondimos su cuerpo, me sentí nerviosa cuando la policía tocó a la puerta, y empecé a sudar frio cuando en mis oidos empezó a retumbar un sonido hueco como un reloj envuelto en algodón... Fueron tantas emociones juntas y todo en unas cuantas páginas. Mi hermana mayor entró al cuarto y me preguntó qué hacía. No le respondí. No podía soltar el libro. Inmediatemente seguí con "El gato negro", mi cuerpo casi flotaba. Y después "El escarabajo de oro", mis dedos corrían por pasar a la siguiente escena. Y luego "La carta robada", éxtasis. Y ya al borde de la locura, "Asesinatos en la rue Morgue". Fueron esos cinco relatos que el azar fortuna eligió ese día para mí.
Ese puñado de cuentos cambió para siempre mi vida. Si bien así empezó mi insana inclinación al misterio, a la locura y a la muerte; también despertó en mí el deseo de vivir más, de tener más recuerdos, de conocer más lugares, de saltar en el tiempo, de hacer mil y un cosas, de ser en diferentes cuerpos, de vivir muchas vidas pues una me era insuficiente. Descubrí el placer de leer. Aunque desde ese entonces he leido muchas cosas más, y he ampliado vertiginosamente la biblioteca que inició mi padre, Poe siempre ocupará un lugar preferencial, mejor dicho el justo lugar que en ella merece.
2 comentarios:
humm somos dos ,no, somos mas
ya somos varios =)
bueno al menos ya no ire por una pastilla para la cabeza
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