lunes, 17 de diciembre de 2012

Ernesto los lunes no está


Usted no me cree, lo sé. Mientras le hablo ha estado apuntando en su cuadernito como si estuviese muy serio, pero le he sorprendido sonreirse dos veces. Cuando le he dicho que ser lo que llaman "persona cuerda", cuesta la vida, me ha mirada con respeto, me he sentido su igual. Y es que es un fastidio estarse todos los días como si vivir  de la manera que se nos dice fuese fácil. Amanecer, salir de cama, dar los buenos días a la familia, bañarse, vestirse, mirarse al espejo y dar el visto bueno antes de salir de casa. Ir al trabajo. Regresar a casa, cenar, compartir algunos episodios del día, desvestirse, bañarse, dar las buenas noches, ir a la cama, anochecer y ya. Un día menos. 

Y ya. ¿Y ya? ¡Y ya! 

Como si el sol no fuese digno de ser mirado y visto con sorpresa o espanto. 
Como si los ancianos no fueran seres sobrenaturales sobre los que el tiempo cae y mientras les resta los suma. 
Como si el aire no golpease en nuestros pulmones y nos guardase de sus secretos. 
Como si en el mar no quedasen monstruos y algún día pudiese salir uno a gritar "ESTOY HARTO" y luego morir porque en nuestra superficie le falta el aire. 
Como si mi madre y tu madre no hubiesen querido cantar una canción mientras despedazaban una vaca y así espabilar su llanto. 
Como si hoy un hombre no hubiese tragado polvo de esteras y llantas mientras pensaba en su buena suerte porque en su miseria estaba mugroso, pero era un mugroso enamorado. 
Como si no fuese posible que los arboles levantasen sus raices como piernas y echasen a correr atrás de todo lo que ya no hay y cansados de su soledad con sus ramas empazarán a volar para irse muy muy lejos. 
Como si no tuviese dentro mío una bomba de mil latidos que cada ochocientos kilómetros se detiene saca sus dientes y me muerde. 

¡Y ya! ¿Y quiere que cada día me trague un pan y no me angustie? Claro que me angustio. El mundo no puede girar si alguien no está soñándolo. Y nosotros imaginamos el mundo, ¿sabe? Lo que no sucede ante nuestros ojos, habita en nuestras mentes. Y por eso el mundo gira. Qué fuerza gravitacional mis calzoncillos. Nosotros somos la fuerza del mundo. Pero ahora estamos vacíos. Ya no somos nada. Y sí, ya no somos nada, porque usted aunque se ría sabe que se ha vuelto una nada. 

Usted no me cree, lo sé, pero no tiene que creerme, no tengo porque convencerlo de algo que usted ya sabe. Y sigue apuntando en su cuadernito. ¡Solo falta que quiera tomarme una foto! Bueno, si es así, primero déjeme dormir, mañana que esté mejor descansado, vuelva y tráigame un peine. Mañana es martes, días de muerte y muerto. Pero el martes de mañana, creo que será un día agradable. Y ahora váyase. Que hoy es lunes, y no me gustan las visitas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Mancini juega a ganador, pero pierde



Entro a la sala y encuentro a Z. Ha vuelto a perder. Sonríe y dice "es tu culpa". Como se quedó sin qué jugar, acepta mi invitación y vamos por un trago. Pasamos junto a una vieja que lleva anteojos oscuros, tiene muchas monedas sobre la mesa y parece que sabe pócker. "Si me prestas algo, le gano y nos dividimos la ganancia". No respondo y él no insiste.

Él pide una cerveza negra y yo, un vodka. Escucho una historia que ya conozco. Hoy estuvo por ganar. Lo sentía en los dedos. Hasta escuchó el fondo musical de la pantera rosa, lo que siempre le resuena en la mente cuando tendrá su momento. Alguna mujer seguro estuvo deseándole algo malo.  "¿No has sido tú? Es tu culpa". Me mira y espera respuesta.

Estoy aquí por un consejo. Es una persona demasiado obsesionada con el juego, pero da los mejores consejos que hasta hoy he escuchado. Tiene criterio para saber qué deben hacer otros. Con su persona se permite ciertas vicisitudes. Sobre los otros, no juzga a la ligera, medita antes de emitir su opinión y dictaminar veredictos. "Ángeles en el cielo. Demonios en la tierra. Bajo ciertas reglas, hay equilibrio". Lo escucho atentamente. Lúcido, sosegado, irremediablemente racional e, inclusive, puro. Es mi buda en un casino.

"Nadie puede dar lo que no tiene. Será mejor que lo olvides. Lárgate. Déjale la casa, los muebles, el teléfono, el perro y hasta las plantas. Empieza de nuevo y no le debas nada. Guárdate para ti la calma y la libertad". Toma despacio su cerveza y mira mis zapatos. "Será mejor que dejes de caminar inclinándote a la derecha, te harás daño a la columna". Escuchamos a Michael Jackson cantando Beat it y él mueve suavemente los hombros a compás del ritmo.

Cuando termina su cerveza, me mira con sorna. "Aun me queda una ficha, verás que ahora gano". Vamos hacia la ruleta. Escoge un número, espera impaciente mientras el círcolo gira, masculla un "vamos, vamos". Y pierde. No se sorprende, se aprieta las manos y sus labios hacen un gesto de ni modo, ya pues, perdí. Sabe ser lo que es. Perdió, mas la posibilidad de ganar sigue ahí. Le ofrezco otra cerveza.

Se hace tarde y ya no tenemos nada por hablar. Me pongo de pie y lo dejo sentado en la barra, aprieta inquieto las manos al rededor de su vaso. Antes de irme, le dejo dinero en el bolsillo. No es necesario que me lo pida y él lo sabe. Le dejo lo suficiente como para que esa noche cene y se alquile un cuarto. No me mira ni me dice palabra. Está distraído igual que cuando le resuena en la cabeza la melodía de la pantera rosa.


M

cuando el dinosaurio despertó, el escritor todavía estaba allí



lunes, 15 de octubre de 2012

Buena presencia



Inicialmente no podía caminar. Era complicado y hasta doloroso. Aunque veía que su silueta se estilizaba con ese accesorio, no estaba lo suficientemente convencida. Esta poca convicción originaba el efecto contrario, sus piernas se contraían, su espalda se encorvaba y miraba al suelo como si estuviese buscando algo. Lo estético volteaba los ojos para no sentir lástima.

Fue el sonido lo que originó el cambio. La tarde que saliendo de la oficina se escuchó. El corredor estaba despejado. Era solo ella atravesando la puerta encontrándose sola ante la calle. Tac tac tac tac tac... Tac tac tac tac tac... Tac tac tac tac tac...

La tercera vez que se detuvo, pensó en quitarse los zapatos, sintió miedo. Se reconocía en ese sonido y hasta en su eco. Siguió caminando Tac tac tac tac tac... Percibía su propia existencia anunciada por cada golpe de sus zapatos contra el suelo y... le gustó. Sintió que su cuerpo tomaba posesión de sus actos. Y con un tac, asentía. Relajó la espalda, estiro tan cuan extensas eran sus piernas y elevó la frente a la altura que apreciase todo un horizonte de la noche que despertaba.

Se sentía larga, interminable, universo y a la par concentrada en los límites de la piel que la contenía. Se reconocía y se asumía en cada paso. Y todo fue por unos cuantos tac tac tac que resonaron en una tarde poco concurrida. Como si se tratase de una revelación, su mente divagaba en plenitud. Los planos multidimensionales de la realidad habían confluido para que se encontrase. Esto podría haberle pasado a otra persona, pero ella estaba convencida que nunca nadie había vivido lo que estaba ella descubriendo.

Aunque claro, ella solo estaba haciendo cuenta de las experiencias humanas.

Existe la posibilidad de que sintiese lo mismo un gato cuando usa un cascabel.



martes, 9 de octubre de 2012

En tu nombre

Tendidos sobre la arena, miraban el mar. Él pensaba en el clima que le esperaba en Buenos Aires. Debe ser que mucho frío en su invierno. Ella probablemente podría pensar en cómo pedirle que por favor no viajase. El mar estaba calmo y el sol era inusualmente pálido para ser verano. Cuando una gran pelota de plástico pasó cerca a ellos, no hubo alarma ni gestos. Como un árbol que cae en medio del bosque y nadie escucha, entonces no es, así e igual, esa pelota no fue.

Ella amaba el mar porque le hacía pensar en el infinitud sin ser infinito, porque le hacia pensar en la eternidad sin ser eterno. Él tenía miedo al mar, pero cuando iba con ella a observarlo, el mar no lo atemorizaba. Cuando iba con ella a ver el mar, este le ayudaba a tomar decisiones. Iban juntos a ver el mar cuando él estaba confundido, y cuando ella lograba convencerlo de que el mar no se lo llevaría. A veces él quería ir a ver el mar y tenía vergüenza de decírselo, de tener que pedirle que lo acompañe. Podía ir con otras personas, y lo hacía eventualmente, pero visto así el mar no le decía gran cosa, no le revelaba secretos ni asomaba con un consejo. Tenía que ir con ella y en eso no había razonamiento solo imperativo. Ahora que estaban en la playa, en el rinconcito de playa que habían dictaminado como suyo, él pensaba que sería bueno llevar un abrigo negro y tal vez un impermeable azul para el viaje.

Uno de los niños que jugaba con la gran pelota de plástico no resistió más y se acercó a preguntarle qué lleva en esa cajita que está junto a él. No le respondió. Se le quedó mirando y se preguntaba si realmente ese niño estaba allí parado preguntándole. Se le parecía. Podría ser su hermano, podría ser él mismo y quizá estaba imaginándose de pequeño, entonces para que responderle. Pero le respondió. "Es mi madre. Le gustaba el mar". Y le preguntó, "¿crees que sería buena idea dejarla aquí?". El niño pareció interesarse en su asunto y pensarlo un rato, mas vino a buscarlo su amigo y se fueron a seguir jugando.

Solos otra vez, regresan a su mundo. Ninguno parece un personaje adecuado para un día de playa. Él, apenas un hombre, dieciocho años, con los ojos tristes y vestido de luto.  Ella, una porción de cenizas en una urna color gris. Ambos aparentemente estaban en silencio pues un ser vivo y un muerto no se comunican en nuestro mundo corriente. En el mundo que ella entretejió para él, estaban conversando. Ella le preguntaba si la dejaría en la playa, él le decía tímidamente que no lo sabía aún.

La playa está casi vacía si no fuera por esos dos niños que juegan cerca suyo. De a ratos los miran pero ya se no acercan. Él y ella se ven extraños, fuera de contexto. Él pensaba en si llevar el abrigo negro y evitaba en realidad lo más complicado, qué hacer con lo que deja en Lima. El mar aun no le ha dicho nada. Lo percibe indiferente como si supiese. No ha tenido que pedirle a ella que lo acompañe esta vez. Desearía habérselo pedido, pero hace mucho que ella le adivinaba el pensamiento y se anticipaba a sus deseos. Esta vez ni él tuvo que pedírselo ni ella tuvo que adivinarlo. Intentó conversar con ella antes de salir de casa, pero no logró sacarle palabras. Solo fue en la playa que su madre quiso hablarle. Pero decía poco y hablaba bajito. Tal vez, siendo solo cenizas y desde una pequeña urna de color gris no está bien gritar.El sol no calienta lo suficiente para ser verano. Y seguro en Buenos Aires hace un frío terrible. Esos niños que juegan pelota parecen pasársela bien. Y la conversación que sostenía con su madre ya no fluye. Él le pregunta si no le parece que ese niño que se acercó tiene su mismo rostro. Ella ya no le responde. Y él deja de intentarlo.

Se queda tendido sobre la arena. Junto a él, la pequeña urna. ¿Qué hacer con lo que queda en Lima? Tal vez sería mejor no dejar nada. Podría llevarla consigo en la maleta. "¿Quisieras ir?", le pregunta. Pero ella está en silencio, como el mar.

domingo, 23 de septiembre de 2012

te pienso, luego existes



Cuando leí por primera vez "Las ruinas circulares" de Borges quedé perpleja. En ese momento me maravilló el poder de la idea, como solo a base de un pensamiento elaborado y sistemático se paría vida.

                                   Imaginando con detenimiento cada hebra del cabello, la textura de la piel, cada tipo de célula según su función y de a pocos obtener con suerte un ojo, un hígado, un corazón. Y, con mucha paciencia, un cuerpo. Luego, seguir imaginándolo porque una vez creado no es posible abandonarle. Había que imaginarle una conciencia,  una serie de deseos y frustraciones, pensarle una historia pasada y un futuro. En otras palabras, hacer de una masa de carne un ser humano. Irremediablemente, quererle. Porque le imaginaste desde que era nada y lo convertiste en algo. Sentir así algo semejante al derecho sobre esa existencia. Posesión. Controlar la propia angustia ante lo que pudiese hacer sin que lo hubieses pensado para él. Porque algunas veces lo que no imaginamos también existe. Y entonces, cuando duerme, relajas el gesto, te sientes grande. Fuera de ti mismo. En movimiento suave sin moverte, como si cantases pero sin emitir sonido. Todo porque has creado una vida. Pequeño demiurgo.

Sí, por eso me gustó tanto ese relato.

Lo que no entendí del todo, en ese momento, fue el final. Cuando te enteras que no eres tan solo un demiurgo eres además el producto de uno.

                                      Alguien te ha imaginado cada hebra del cabello, la textura de tu piel, cada tipo de célula según su función y de a pocos obtuvo tu ojo, tu hígado, tu corazón. Y, con mucha paciencia, tu cuerpo. Luego, siguió imaginándote porque una vez que fuiste creado no era posible abandonarte. Te imaginó una conciencia,  una serie de deseos y frustraciones, te pensó una historia pasada y un futuro. En otras palabras, hizo de ti, masa de carne, un ser humano. Irremediablemente, quererte. Porque te imaginó desde que eras nada y te convirtió en algo. Sintió así algo semejante al derecho sobre tu existencia. Posesión. Controló su propia angustia ante lo que pudieses hacer sin que lo hubiese él pensado para ti. Porque algunas veces lo que no imaginamos también existe. Y entonces, cuando duermes, relaja el gesto, se siente grande. Fuera de si mismo. En movimiento suave sin moverse, como si cantase pero sin emitir sonido. Todo porque ha creado una vida. Pequeño demiurgo.

Y, entonces, ahora que te sabes lo imaginado de un otro, dime, ¿acaso no te provocaría volver a la nada?


sábado, 15 de septiembre de 2012

los juegos de la mente



Cuando la realidad se pone exigente e insiste en hacer de mí un Túpac Amaru moderno, mi mente se rebela contra todo, incluso contra mí. Hace huelgas mediante largas horas de sueño en las que voy volando sobre algún río, cordillera y grandes nubes; en sus versiones más oscuras estamos ante el fin del mundo y veo caer meteoritos sobre el parque que está frente a mi casa. Me gustan esas rebeliones, aunque a veces me asustan, son entretenidas pues resultan cinematográficas y al despertar estoy calmada, todo es bueno, el aire liviano y a través de la ventana de mi cuarto se ve un día soleado aunque haga en realidad mucho frío y esté garuando. Con estas huelgas, mi mente y yo hemos llegado a un grato entendimiento. Con lo que no estamos entendiéndonos es con los olvidos. Lo que puedo haber hecho hace unos pocos días lo recuerdo con dificultad, lo que pasó hace unos meses es más difuso y lo de hace unos años parece que lo vi en una fotografía en blanco y negro y  me es ajeno, como que no me pasó a mí. Los más abruptos vacíos del registro se manifiestan en lo que pude hacer minutos antes de olvidarlo. Ayer buscaba desesperadamente mis pantuflas, las encontré cuando noté que las llevaba puestas. Hoy temprano guardé un cuaderno donde apuntaba las contraseñas de mis archivos en word que dejo encriptados, no logro hallar ahora el cuaderno. Mis lentes están sorteando un destino trágico pues si se me ocurre quitármelos podrían ir a dar a algún lugar oscuro de mi memoria y no volvería a verlos (en todo sentido). En algún momento, puede que me entienda con estos juegos sutiles de mi mente y que resulten graciosos. He pensando en las estrategias de los cartelitos (en alguna parte leí que era útil colocar el nombre de las cosas sobre estas cosas, no vaya a ser que eso también se me olvide). La estrategia ultra subversiva es la que no tolero. Esta es cuando mi mente arrastra sus hilos desde la punta de mi nariz hacia mi dedo pulgar del pie y me quedó desarmada. Se dice somatizar... Pongamos las cosas en claro. No tengo necesidad de pedir ayuda por algo que sé que puedo controlar. Y por lo general, controlo muy poco, pero con controlarme a mí misma me basta y no necesito ayuda externa. Mas si mi mente se empecina en su actitud y no sobrelleva con mayor hidalguía que la realidad es complicada, tal vez, tal vez, tal vez, sí, sea necesario buscar a los hombres de las batas blancas.

jueves, 30 de agosto de 2012

Explicación 0




Silvina Bulrrich dice que enamorarse es como entregar todos nuestros bienes a alguien sin pedirle ningún comprobante o seguro. He pensando en ello y creo que estoy de acuerdo. Entiendo ahora que al acabarse el amor nos queda esta sensación de haber sido estafados y quisiésemos reclamar a algún alguien por una indemnización.


sábado, 25 de agosto de 2012

Reacciones


Cuando un problema golpea en la médula, algunos se matan. Otros, huimos hacia la vida.


lunes, 20 de agosto de 2012

El hilo de Ariadna


Han pasado muchas noches y el valor se mantiene esquivo, pero ya no hay aplazamiento. Tiene que ser hoy. Abre la puerta y camina lentamente hacia el interior. Se deja envolver por un ritmo ajeno a él, es la atmosfera del laberinto. Se aferra a la espada consagrada para el ritual. Confía en que el acero recuerde la práctica que ha ayudado a consumar. Que evoque la experiencia de la sangre caliente, fresca, suave, deslizándose sobre sí. Desde la muerte del primer minotauro, desde ese entonces y para siempre.

Camina a tientas pero en cada paso se convence. Dejará conocer el entrenamiento al que estuvo sometido. Alejado de tu familia, en permanente lucha bajo las órdenes que se te indicasen y las condiciones de padecimiento que se te impusiesen. Algunos días, cuando no cazabas tu propio alimento, sin comer o tomando el agua podrida que brotaba de la tierra grisácea. El frío podía ser cruel mas resultaban peores los días con sol en que sus heridas parecían cocinarse. Pudo perder la cordura si es que no recordaba que él era único, que él había sido elegido. Que, vida tras vida, él tenía un sentido de ser. No había cuestionamiento. Una especie condenada a morir. Otra especie que organiza su sociedad en respeto a sus tradiciones. Un río que confluye con otro y se lo traga. Sino.  




Parece que el laberinto se acaba y ¿dónde está? Se ha ocultado, piensa. Y el rostro se compone en un cuadro de satisfacción. Ahora ya está convencido. Solo resta encontrarlo. Que ambos se encuentren. Queda el final de una esquina. Camina decidido, la ley y la fuerza lo respaldan. Imagina cómo debe acertar el primer corte, y si ha de ser necesario un segundo. El minotauro sabe a qué vienes y que el resultado solo puede ser uno. El instante apenas y te distraes. ¿Qué ocurre después de que el minotauro muere?, ¿no recuerdas? Tal vez sea la propia libertad al cumplir con el único deber. Y se descuida. Cae contra el suelo. Un golpe en la nuca.

La mujer de ese laberinto. No hay minotauro esta vez. Solo una frágil mujer que rodea tu cuerpo con finos hilos, uno tras otro. Como una araña a una mosca que podría ser el quíntuple de su tamaño; pero con menos apuro, casi con parsimonia. Como si te hablase con cada fibra y contase una historia antigua que solo ella conoce en extraña lengua, repitiendo hasta que entiendas. Rodea tu cuerpo con finos hilos, uno tras otro, uno sobre otro.

La piedra con la que te ha golpeado descansa ensangrentada cerca tuyo. Era una piedra pequeña y ella, una mujer menuda. ¿Cómo ha pasado? Ella te sigue envolviendo, apretando los hilos cada vez más, cortándote la piel, apretando los hilos cada vez más, paralizando tu circulación, apretando los hilos cada vez más, dificultándote el respirar.

Antes de irse, Ariadna te ve desorientado, se compadece y explica:

Aunque algo tarde, pero se ha cumplido. Tu muerte era mi destino.


domingo, 12 de agosto de 2012

Definición de TOC


Voy al locker, pongo el bolso dentro. Cierro la puerta, coloco el candado, aseguro el candado. Pero mis ojos debieron distraerse en algún momento, pues a solo 5 minutos lejos del casillero, regreso a él y al candado. El candado está cerrado, pero lo jaloneo para que mis ojos re-vean con atención que ese candado está colocado bien.¿Ya pasó lo peor? No. En clase de pilates, a diez minutos de que esta ha empezado, mi mente proyecta que ese locker está abierto. Otra vez. Y además, se suma un nuevo pensamiento: ¿qué hay en mi bolso?, ¿qué podría perder? Nada relevante era el contenido. Pero me gusta ese bolso. Angustia. Cuando Carlos está diciendo que respiremos profundamente y controlemos nuestros movimientos, yo estoy pensando en un candado abierto. No, no he consultado aún en un diccionario qué significa Transtorno Obsesivo Compulsivo, pero creo tener una idea aproximada.

viernes, 10 de agosto de 2012

El timbre

- ¡Auxilio! ¡Socorro! - Gritó

Ambas hermanas asomaron por la ventana. Auxilio estaba molesta, Socorro le sonreía con complicidad.

- ¡Ya te he dicho que toques el timbre! - dijo Auxilio, mientras lo hacía pasar a la casa - Incomodas a los vecinos, ¿qué no te das cuenta de lo que provocas cuando nos llamas por nuestros nombres en voz alta?

- Anda, ¿no me digas que no te parece divertido? - dijo José

A Auxilio no le parecía divertido. Nunca le pareció divertido. En 25 años de existencia, 20 con mayor conciencia de su nombre, no le encontró el encanto. Guardaba cierto odio a sus padres y a su hermana por ese nombre. A sus padres, por la ocurrencia de llamar a sus dos hijas mellizas con tales nombres. A su hermana, por llamarse "Socorro". Era menos grave que ser "Auxilio". Es más común encontrar "Socorro", esa palabra, como nombre de mujer, pero ¿Auxilio?

- No, no me parece divertido. Además tú sabes que este barrio es peligroso. Y es de noche. Alguno de los vecinos ya debe de haber llamado a la policía.

Él la miró feliz de ser y le dio un beso en la mejilla. Quería a Auxilio como se quiere a un día de sol ligero y verde viento. Le hacía cosquillas el pecho cuando la veía y le brotaba la sonrisa. Le gustaba decir su nombre en voz bajita y en voz alta. Jugaba a repetirlo dos veces. La primera para evocarla. La segunda para que Auxilio le auxiliase.

- Oye y ¿no trajiste la torta? - preguntó Socorro.

Era el cumpleaños de las mellizas. Y José quedó en traerles dos tortas. Una para cada hermana. Solo trajo una.

- Te olvidaste que también es mi cumpleaños - insistió Socorro e hizo un mohín de desolación

Socorro estaba enamorada de José. Y esperaba que un día José se desenamorese de su hermana y se enamorase de ella. No podía ser tan difícil. Si el amor va y viene, se decía. Y esperaba paciente su turno. El reclamo que hacía ahora no era tan real, solo quería que José le prestase atención.

- No me he olvidado. Es solo que no habían más tortas. Quedaba una en la panadería y la traje. Pero ahora voy a otra panadería y traigo la que falta. No te me entristezcas niña.

Socorro recibió contenta el pedacito de engreimiento y abrazó a su hermana, diciéndole que tenía mucha suerte. José salió raudamente y prometió que al volver sí tocaría el timbre.

- Es tu cumpleaños y yo soy tu incondicional. Será tu voluntad - E hizo una reverencia. Se veía encantador, espigado y de rasgos de niño. Su anatomía era adecuada a su carácter. Sonrió a ambas hermanas, hizo un guiño a Auxilio y se fue.

Auxilio a veces quería deshacerse de él y para siempre. Por sus bromas, su espíritu de niño, su tendencia peterpanesca. Pero a veces se dejaba querer por ese cariño lúdico y sonreía de las bromas de José. Solo esperaba que de verdad esta vez tocase el timbre.

En la calle, José estaba por cruzar una esquina rumbo al paradero, rumbo a la panadería menos lejana, cuando pasó un tipo corpulento corriendo. Fue el encuentro de dos cuerpos. José cayó de golpe contra la acera. El otro tipo cayó encima. El choque fue muy fuerte. El tipo corpulento estaba corriendo muy rápido cuando choco con él. El primero en levantarse fue el tipo.

- Eres un idiota. Qué no te fijas. Imbécil - dijo el tipo.

- Era una esquina. Tú tampoco te fijas - respondió José, tratando de incorporarse

- Valiente eres, hombrecito. A los pedacito de persona como tú, les queda mejor quedarse calladitos.

José no era ningún pedacito de persona. Aunque no fuese muy alto ni corpulento, se sentía persona completa y una torta podía esperar un intercambio de palabras...

- No me callo nada. No sé a qué especie pertenecerás tú, pero seguro que cuando hablan no terminan de articular una idea. Sería mejor que sigas corriendo, que en ello te entiendes.

El primer golpe fue exacto. José sintió como se desencajó su quijada. Mucha sangre. Tal vez se desprendió un diente. Lo que era seguro es que había mordido su lengua. El segundo golpe fue al estómago. Si hubiese almorzado, habría vomitado. Vino un tercer, cuarto y quinto golpe. Nuevamente el rostro, el rostro y el estómago. José no pensó que ese hombre golpease con tanta certeza. En realidad, lo tasó de torpe, pensó que esos músculos eran imagen. Se equivocó. El tipo se fue porque ya estaba cansado y tenía otras cosas por hacer en casa.

José no había perdido la conciencia. Solo estaba muy golpeado y no lograba ponerse de pie. Intentó reírse pues se dio cuenta de que los hombrecitos como él sobreviven mejor cuando se quedan callados, a veces. Y aunque con la boca no podía armar una sonrisa, dentro suyo se reía a carcajadas. Pensó en que estaba cerca a la casa de las hermanas y quiso gritar sus nombres. Llamarlas a ambas. Esta vez sí ameritaba. Pero había prometido que tocaría el timbre. Hoy. Solo esta vez. Además no podía hablar, menos gritar. Le habría venido muy bien tener un timbre a la mano. Estaba muy adolorido.

Era verano y la acera donde estaba tendido se le hizo cómoda. No estaba tan fría como podría creerse. Decidió dormir hasta que alguien le encontrase y le brindase ayuda. Algún buen samaritano tal vez. Tenía una sonrisa mental y el sueño le iba seduciendo. Qué par de nombres el de esas hermanas. Lástima que no hubiese llegado a conocer a los padres, les habría felicitado. "Me podrían brindar Auxilio", les habría dicho e imaginaba que los padres reirían. Con ese par de nombres para sus hijas, debían de seguro entenderle el chiste.

El sueño se instaló y él tuvo una nueva sonrisa mental última. En la mañana le diría a las hermanas, que la idea del timbre era muy buena, pero que debían de instalar uno más cerca, en cada esquina tal vez, o a los pies de un tipo robusto.

Sueño.

lunes, 30 de julio de 2012

A la mínima

"Este texto no está a tu altura" le dijo. Y el escritor se redujo al tamaño de una pastilla Panadol antigripal. Vino su esposa, que no dejaba de estornudar, y se lo tomó.

viernes, 27 de julio de 2012

El contrato

Los días transcurrieron lentos, como si no quisieran irse, pero se cumplieron. El año acordado había llegado a su término. Cuando despertó ese día, el último, su primer pensamiento estaba dedicado al contrato que hoy vencía. Retozó media hora entre las sábanas, estiro sus brazos y sus piernas. Se sentía liviano y saludable. Era libre. Había cumplido con cada clausula, aunque muchas veces intentó no hacerlo, pero había firmado y tenía que cumplir. Pasó humillaciones de todo tipo a cambio de muy poco. Pero ya no importaba, era el último día. Ahora sí. El último.

Se cayó una de sus almohadas mientras pensaba en qué haría con su libertad. Tal vez nada, o tal vez abriría un bar. Siempre había pensado en dejar el trabajo y tener un bar. Ver a la gente tomar alcohol y como actuaban y hablaban tan exageradamente le hacía gracia, como estar viendo televisión pero con efectos más intensos. Imaginaba las historias que le contarían. Algunas infidencias insignificantes y otras sustanciales y decisivas. Necesitaría una cámara nueva. Haría un muro con las fotos de su clientela más asidua. Para la inauguración invitaría a muchos amigos y contrataría a un fotógrafo para así también salir en las tomas y con su mejor ángulo.


Salió de la cama como si brincase, cogió los papeles que tenía a la mano y empezó a recrear el muro de fotografías que tendría su bar. Sobre su mesita de noche tenía un conjunto de hojas. Algunos papeles era muy grandes y los cortaba en tres o cuatro. Con un poco de cinta pegó todo en la pared. Fue a la cocina y trajo una jarra de agua y sirvió tres vasos. Reía y conversaba con la clientela imaginaria. A todos caía simpático y le prometían pasar la voz del nuevo lugar para cerrar una noche. De pronto un flash y sus clientes y él sonriendo. En medio de la ensoñación tuvo un pensamiento gris. Un ardor en los pliegues del estómago. ¿Dónde dejó el contrato? 


Fue claro con él, solo sería un año y podían renovar o simplemente anular; pero tenía que tener el contrato a la mano, sino automáticamente debían de renovar. Quiso gritar muy fuerte y maldecir, pero eso atraía a la contraparte. Lo que menos necesitaba era que el maligno se enterase. Si se enteraba, estaba perdido; le traería un nuevo contrato, con nuevos términos, y tendría que aceptarlo. Empezó a buscar el documento. No lo encontró ni en su saco negro, ni en el fólder donde guardaba su título de abogado y otras certificaciones, ni en el falso suelo del armario. No había confiado en sus tres lugares seguros y lo había guardado en otro sitio, pero dónde. 


Solo habían pasado dos horas desde que despertó pero ya no quedaba en su rostro ningún rastro de la alegría con la que despertó. Era el último día y antes de que fuese medianoche, debía encontrar ese contrato. Tal vez tendría menos tiempo si se le enviaban a un mensajero. El pánico empezaba a apoderarse de él, pero no había tiempo de hacer histeria. No era el momento para desesperar. Pensó en el bar que tendría si salía de esta, acarició su pequeño sueño y decidió seguir buscando con más detalle. Todas las gavetas, en los bolsillos, entre las páginas de sus libros, en las cajas de zapatos, bajo los asientos del coche, en el interior del forro de sus botas, en los sobres que habían acumulado polvo, dentro de los recipientes oscuros de la vitrina, bajo la alfombra, detrás de espejos y cuadras, sobre los armarios altos. No había. Siguió buscando.


El día estaba terminando. Las lágrimas le anegaban la vista. Pensó en arrojarse desde el balcón, pero le tenía tanto miedo al dolor que no se atrevía. Respiro profundo y pensó en otra solución. Ya no podía confiar en sus ojos. Aguzó el olfato. Esperaba discernir algún rastro que pudiese guiarle. Fue inútil. Como si la limpieza le estorbase renegó de encontrar solo el olor a esencia de lavanda que Miquita rociaba después de asear la casa. Miquita iba todas las semanas. Empezó automáticamente  a odiar a Miquita. "Cuando alguien hace las cosas demasiado bien algo tiene que hacer mal" y despotricaba contra la empleada. Una chiquilla dulce y atenta, pero en las circunstancias de la lavanda por azufre, era tan solo una existencia nefasta. 


"Miquita del diablo", gritó y quiso tragarse cada palabra después de haberlo dicho. Ya era muy tarde. La idea del balcón fue una buena idea en su momento. Las luces se apagaron. El aire se hizo espeso. El suelo era una masa gelatinosa sobre la que era difícil sostenerse. Podía sentir la gravedad multiplicarse por diez y hacerle difícil mantenerse en pie. Le empezó a doler cada uno de sus huesos, músculos y pelos. Como detestaba el dolor. Especialmente ese, cuando le visitaba él. Apenas eran las siete de la noche, pero lo había mentado un suscriptor suyo, así que apareció. 


Satanás, muy tranquilo, le dio dos besos, uno por mejilla, y se sentó en un sillón pequeño de la sala. "Te he visto hoy temprano. La idea del bar no es mala. Será un placer hacer un nuevo negocio contigo. ¿Estás listo?" Permanecía en silencio y cabisbajo. Ya no pensaba en el bar ni en nada. Estaba simplemente rendido. Asintió con un gesto. "Firma aquí". Firmó. Sabía que no era necesario leer, no se lo permitiría. No quería leer nada, su mente proyectaba lo que sería el nuevo año, cumpliendo las nuevas reglas de su amo. Pensar que le visitaría casualmente y tendría el mismo dolor de ahora y esa angustia que le golpeaba dentro sin saber en donde o a qué y le provocaba convulsionar. Se mantenía en pie y esperaba la última palabra de su huésped. "Sabes que no soy mezquino. Abre tu bar. Te irá bien. No estés tan triste. Guarda bien este nuevo contrato y espera al término del año". 


Cuando la sombra se marchó, la casa retornó a su estado normal y pudo moverse. Fue al baño por un poco de agua. Dejó el caño abierto. Le ardían demasiado las mejillas. Esos malditos besos le dejaban la piel en carne viva. Se miró al espejo y se odió. Sentía hartazgo. No era la primera vez que escuchaba "espera al término del año" en aquel tono alegre como si le diesen una buena noticia. Estaban así desde hace diez años. Y siempre al último día, se le perdía el contrato. Cada año era más cauteloso y dejaba en lugares más seguros el aciago papel. Y por último, este año reciente había dejado todo más a la mano para no olvidar el lugar donde lo guardaba. Y este año había decidido dejar todo sobre la mesita de noche. Ardor en los pliegues del estómago. 


Se acercó a la pared que lo vio sonreir y bailar en la mañana y lo encontró. Lo que debían ser las fotografías de su bar. Hecho tres pedazos, el contrato. No lograba creérselo. Se adosó contra el muro y se dejó caer suavemente, flexionando las rodillas hasta estarse todo él en el suelo. Los recuerdos se agolparon en su mente. Año tras año, cuando solo era necesario que tuviese el contrato para ser libre, de una u otra forma el contrato no estaba y podía culpar a la mala suerte; pero ahora no había más culpable que sí mismo. Ni el diablo se le hacía más odioso que su yo. 


Se quedó tendido en el suelo, apretándose muy suave contra sus piernas. Ya no era necesario proyectar lo que serían sus próximos días, solo bastaba planificar el día de mañana. Un accidente organizado y, en lo posible, indoloro. Eran apenas las nueve de la noche y escuchaba el agua del baño correr.

domingo, 22 de julio de 2012

Picassiana


Algunas mañanas despierta con la sensación de ser un cuadro de Picasso. Esto es que su ojo pequeño desciende a la altura de su mandíbula y su ojo grande sube a lo más alto de su frente. El lado izquierdo de su rostro vira más hacia la izquierda y queda la forma de su cabeza como la de una flecha. La percepción de lo que observa entonces deviene así en estancias que no encajan, objetos poco conclusos como estrellas fugaces sin cola pero con mucha luz. A un común mortal su rostro resulta horrendo, mas ella se siente bellísima cuando amanece Picassiana. Menos insulsa y casi casi una cosmopolita. Cuando amanece Picassiana, todo en el transcurso del día le va mejor que otros días. Mas la ilusión se tambalea... por algún motivo recuerda que no es una pintura, y empieza a correr para huir de la verdad que ya se le susurra en la oreja. Y corre como corren los fugitivos, a salto de mata y a campo traviesa, hasta agotarse. 


En las noches, teme y presiente que al día siguiente el efecto de vanguardia habrá terminado. Por ello ha logrado manipular sus sueños, para cada noche estar frente a frente con Picasso. Durante los primeros intentos, le rogaba. Ahora, le exige que deje de ser tan cruel, que no juegue así, que debe de firmarla para que la realidad ya no la altere, para que sea siempre Picassiana. Pero Picasso que es un animal no la quiere escuchar. La justicia poética solo le permite a ella despertar de cuando en cuando convertida en un cuadro de Picasso, lo mejor que pudo haber producido ese hombre, aunque ese hombre fuese un animal.

martes, 17 de julio de 2012

veneno




Ya no recordaba el día en que ocurrió, solo sabía que fue hace mucho tiempo y que no lo hizo a propósito. El veneno era para ella. Tenía todo listo, con su gaseosa preferida, la de color naranja. Solo que no había prisa; podía quedarse en esa banca del parque toda el día mirando los pájaros en vuelo, los niños corriendo, los perros cagando, las madres con sus bolsas pasando. Y casi completaba la tarde; pero llegó él, se sentó a su lado y, sin preguntar, tomó sorbo a sorbo el líquido de color naranja. Y ella lo miraba. Al terminar, le sonrió y dijo que le compraría otra bebida si le aceptaba una salida al cine. Ella, que no dejaba de mirarlo temiendo el momento en que empezase a convulsionar, cedió. Cómo decirle que no a la persona que has envenenado. Se pasó horas mirándolo y esperando, en vano pues esa tarde él no murió. Vinieron más invitaciones y no había modo de negarse. La invitación más grande llegó sin aviso. Le invitó a casarse con él. Tiempo y tiempo, como en todo, pasaron. 

No estaba segura de si en algún momento había llegado a enamorarse, pero sí sentía algo parecido al respeto por ese hombre al que la muerte no tocaba y que había sido en 45 años un buen motivo para no regresar al parque con una gaseosa naranja. Solo había instantes en la cama, cuando él dormía profundamente y no la abrazaba ni le decía “buenas noches”, en que le odiaba con intensidad y se decía bajito “no debe faltar mucho, en algún instante ha de hacer efecto” y esperaba con los ojos muy abiertos; pero luego se rendía, se enroscaba a su lado y dejaba que el sueño los abrigase una noche más.

lunes, 25 de junio de 2012

La voz de una estrella mientras tú duermes


Es una voz chiquita como la del lápiz cuando lo tarjan

Es una voz dolida como la del agua cuando hierve

Pero no es una estrella pequeña

Es tan solo que está muy lejos

Es tan solo que su luz le agota y que no duerme

Porque donde está no existe ni el día ni la noche

Entonces no duerme

Entonces ella cuenta su historia mientras tú duermes

Y la voz de la estrella no pequeña todos los días se escucha

Aunque no logres oírla

Ya van años contando lo que ve e imagina

¿Cómo una estrella puede decir tanto con su voz chiquita y tú no la escuchas?

Pues es tan solo que se sostiene sobre su soledad profunda

Y cuando calla

le duele.

jueves, 24 de mayo de 2012

enfocando mis pensamientos desenfocados

Controlar mis miedos… ser impasible como alguna vez un él dijo que esta ella podía ser… ser una cruel mujer sensible… Pero no. Los años a algunos los vuelven sabios, a otros cínicos y a otros, en el peor de los casos, cursis. Y maldigo las pecanas pues a ellas culpo. Me he vuelto una cursi. Ya no es tan fácil hacer y ser como en el origen todo fue. Ahora ya no. No deja de ser interesante, no deja de gustarme, es tan solo que ahora soy una cursi. No es el pasado el que pesa. Tengo pésima memoria y cuando quiero recordar algo que fue muy importante para mí, se me van las fechas, los lugares, los colores y hasta los nombres. Quedan sentimientos aproximados y me aferro a ellos, porque soy en base a cada momento. Pero ya no pesa. Son dibujos al acuarela. Lo que veces sí pesa es el futuro que tenía imaginado… Y nada, hay que volver a andar. Y felizmente, tengo pésima memoria. Aunque hay algo que no olvido. Aun tengo complejo de abandono y lloro en las noches y desespero en las tardes y en las mañanas me invento. Y busco a alguien con quien hablar del tema que sea. Siempre digo que tu fuga de la casa desarrolló mi resiliencia, pero no es del todo cierto. Me dolió tanto. Y no recuerdo cuantos años tenía, ya lo dije, tengo pésima memoria. Creo que eran 15, no lo sé, lo que recuerdo es el dolor y una chompa que tenía tu perfume. La resiliencia la desarrollé en el camino, hubiese querido que estuvieses junto a mi mujer no madre y sin embargo tan madre. Camino cuando desespero, es una forma de despejarme. Corro con las nubes y silbo con el viento. Y me he vuelto una cursi. Y tú corazón coraza dices que necesitas a alguien que te quiera y de inmediato. Es un asalto. Arriba las arterias, corazón desarmado. Y como quien decide qué cenará, yo he decidido quererte. Pero soy ahora una cursi y no entiendes. ¿Puedo yo entender por ambos? Intento controlar mis miedos, y es que no puedo ir por la vida temblando. Ya me dijo Chema “que barbaridad, mujer, a cada rato te asustas”. Y vuelvo a sentarme. “Respira” dice Carlos Mario. “Técnica pilates” dice Carlos Mario. Y siento que me ahogo. Te quiero, corazón coraza, y voy a apostar a ti, por sonrisa y por dolor. Porque soy una cursi y me dejas sin palabra con un cerdito volador y un conejo super conejo. Porque tengo trauma de abandono de una no madre y sin embargo tan madre y tú no sabes y me ahogo y vuelvo a correr y tengo intenciones de ser Houdini. Pero tengo 27 años y una vida que no es un canto pero es marravillosa. Y soy la persona triste más alegre del mundo. Cuando tiemblo, cuando corro, cuando desespero… a tan solo unos minutos del estallido, me rearmo y sonrío. El cerdito volador me observa y su naturaleza blanda me apacigua. Ya lo dije, soy una cursi. Mi corazón se ha rendido. Confío en ti, intento confiar en mí y aunque mañana vuelva a desesperar y tiemble y los sueños solo sueños sean, por sobre y a más de todo, confío en que el futuro se reinventa con cada una de mis sonrisas.

sábado, 31 de marzo de 2012

Nota de prensa “El ballet de las ocho patas”

Estoy a pocas horas de ver la función y no sé si podré hablar del tema nuevamente. Soy muy impresionable y sufro de aracnofobia, pero desde que supe de su existencia no he podido desear otra cosa que no sea verlo y, sin saber bajo qué mérito, he sido invitada, privilegio divino. Pocos son los que hayan compartido mi fortuna. Además de ser un evento que se realiza solo cuando una de sus grandes reinas muere, y las grandes reinas tienen fama de ser inmortales hasta que finalmente se mueren, aparte de ello, “el ballet de las ocho patas” es un evento que se realiza a telarañas cerradas.

Cuando el evento se prepara se imponen estrictos estándares de selección para las postulantes arañas bailarinas. Por su parte, la lista de invitados mantiene un detalle semejante para su elaboración, pues no todas las arañas podrían ser parte del público, el anfiteatro no tiene tal capacidad. En lo que respecta a la organización, no se escapa nada al comité, y los que digan que las hormigas son las más laboriosas, no conocen a estas arácnidas en época de ballet.

Si preguntas por el origen, sabrás que ninguna recuerda. Las más pequeñas preguntan a las abuelas y estas responden que sus abuelas tampoco supieron responderles y lo mismo con las abuelas de sus abuelas. Algunos afirman que fue hacia los primeros tiempos cuando la Araña madre extendió coordinadamente más de tres patas por puro placer y siguió repitiendo este ejercicio sumando sus otras patas y se fue formando el ritual. Margareta Ernich, especilista en la conducta de las arañas, me insta a no insistir en el origen puesto que estudiar a la sociedad de las tejedoras requiere observación hacia su presente descartándose el pasado pues ellas no poseen mayor memoria histórica mediante cuestionamiento directo; solo resta esperar mayores avances en el descriframiento de sus telas.

Desde hace diez años, los amantes del ballet han estado esperando secretamente que la muerte acaeciese. A mediados del año pasado, murió una Gran Reina y pasados los seis meses necesarios para los preparativos, la temporada de ballet se percibe en el aire. El anfiteatro se insufla de vida. Los deudos aun lloran a su amada monarca pero les resulta difícil controlar la excitación que les produce saber que pronto verán una función magistral y en palco preferencial (no es un secreto que los deudos más cercanos son los invitados de honor). La expectativa es mucha. Las bailarinas principales son jóvenes talentosas, de una gran dedicación y cuyas historias de entrega a este arte, a pesar de la dificultad, son semejantes a la de Graham o Alonso.

No lo olvido, le temo a las arañas, y puede parecer absurdo que esté esperando ansiosa por ver a 500 de ellas y de diferentes especies en un gran despliegue de escena; pero dime, aunque también les tuvieses miedo, ¿es que acaso tú no quisieras verlas bailar? Y si aceptas que desearías verlas, entenderás también que asesinar a la Gran Reina fue un mal necesario que alguien tenía que obrar. Aun no se ha esclarecido cómo ocurrió su muerte, por otra parte, casi no se lo han preguntado. Quien lo hiciese sabe que ha cometido un crimen despreciable. Matar una Gran Reina es prácticamente un pecado. Pero también sabe que muchos le agradecen secretamente. Una espera de diez años por una muerte natural era demasiado… A mí solo me queda una hora de espera y siento que ya no puedo esperar más.

Para los no invitados resta como consuelo que si las ven detenidamente al elaborar sus telarañas, en sus movimientos de tejedoras se entrevee de a ratos la delicadeza de su arte, pues ellas son muy profesionales y no dudamos que estos movimientos sean ensayo consciente para su siguiente presentación, hasta una próxima y casual muerte.

domingo, 25 de marzo de 2012

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Piso 1.

Creo que era mediodía. Aun estaba en primer año de carrera y acababa de salir de una clase de lengua. Bajé por la escalera que está juntó a la biblioteca y me sentía tranquila. Debía de ser medio día. Estaba distraída y casi me tropiezo con un invidente. Le dije “disculpa, no te vi”. Me respondió “yo tampoco” y sonrió. Me desarmó con su respuesta y guardé silencio. Su sonrisa no hería; por el contrario era de aquellas que te invitan a seguir la charla. Pero no sabía qué decir y parecía que algo debía de decirle. “¿Necesitas ayuda en algo?”. Guardó su sonrisa y pareció recordar. “Sí, busco al profesor Chiri. Podrías llevarme a donde él esté. Sé que hoy dicta aquí”.

Era mediodía y tenía tiempo y casi atropello a ese buen hombre y necesitaba mi ayuda. “Vamos, creo que sé donde está”, le dije y le tomé del brazo. Mientras caminábamos rumbo al aula 3A, me preguntó qué estudiaba. “Literatura”. Y nuevamente sonrió. “Debe ser muy bonito estudiar literatura”. Quise decirle que aún no lo sabía pues estaba en primera año de carrera. Pero dije “sí, sí”. Y él agregó, “No importa si aún no sabes que harás con tu vida. Podrás hacer lo que quieras”. Me sentí nuevamente desarmada y solo dije “Gracias”. El camino hasta el 3A empezaba a parecerme largo. “Sabes, los invidentes solemos desarrollar cualidades alternas. Yo sé leer las manos”. Qué decir. “Ahhh qué bueno”. Él no me contaba esto por contármelo, él quería leer mi mano. Como parecía que yo no le había entendido fue más directo. “Dame tu mano y te diré qué hay para ti escrito”. No caminé más rápido pero mis pasos hacía el 3A se hicieron más largos.

“¿No quieres saber?” Entonces tuve que explicarle de mi miedo a los sicólogos y a los astrólogos, y que con el presente yo estaba bastante bien. “Por favor, dame tu mano, quiero ayudarte” insistió. Yo cedí. Con el índice siguió la línea más larga, el anular fue para la entrecortada y el del medio se quedó con la línea más breve. Después siguió recorriendo lentamente mi palma como si reconociese hasta las líneas más menudas. Las expresiones de su rostro variaban entre la alegría y la consternación. Terminó la revisión y el veredicto no tenía rostro. “Ahora debes preguntarme”. Recuperé mi mano. “Estamos en el 3A” le dije, “y el profesor Chiri ya me vio y le he hecho señas para que se acerque. Te dejo”. Se veía sorprendido “¿pero no quieres saber?”. No era necesario responder a eso. Solté su brazo y me fui corriendo. Y corrí muy rápido hasta la biblioteca central. Pedí un libro de cuentos medievales e intenté olvidar, pero era tarde, mi tranquilidad se había perdido. Quise regresar a la facultad y decirle que sea lo que sea que él leyese pues que por favor lo olvidase, pero ya no caminé de retorno.

Desde ese día perdí la tranquilidad, por un inofensivo invidente con artilugios de visionario… Mi presente se alteró y hasta hoy me alcanza su “¿pero no quieres saber?”. Desde ese día vivo leyendo lo que los libros quieren contarme y a nada los obligo, vivo leyendo con cierto revanchismo y procuro no volver a ser leída aunque me desarmen con una sonrisa. Mis líneas, la larga difusa la entrecortada y la breve, son dibujos voluntariamente sin visión.

Piso 12. Que tenga buen día.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Lo que debió ser una oda

En este agujero ha encajado tu cuerpo
Pero no tu casa, ni tus saltos, ni tu ternura, ni tu alegría
Es un agujero en el que no cabes del todo
Te le escapas
Te le escabulles
Siempre fuiste rauda y aun muerta perduras en tu gracia

Hemos cavado profundo con cierto desnivel
Para que quedes inclinada
Como si agazapada te quedases aguaitando hacia arriba
No como simple curiosa
Sino como Señora de tu reino
Reino que se queda devastado ante tu ausencia
Muy mal se está
Y me resisto
En mi corazón aun estás dando brincos.

Si hubieses sobrevivido te habría compuesto una oda
Ahora no. No hay gloria en un cuerpo muerto.
Lo que queda está en el cuerpo de lo vivos y
Apesta
No es materia para una oda
¿Ves por qué no debías morirte?
Pero ya te quedas allí
cómoda sobre la tierra
Digna y Hermosa
E inoportunamente Muerta
Y exageradamente llorada
Mi Señora Coneja

Debería empezar a llover
Pero la naturaleza no se compadece
No sabe de tus milagros
Advertida he tomado precauciones
He palpado de grano a grano la tierra para contarle de ti
Para que te reciba como debe
No pido mucho
Solo que te guarde mejor yo

Se está muy mal aquí sin ti
Y pienso que la tierra no es suficiente
¿A dónde irá tu alma?
Y me apachurro las manos en señal de oración
Y rezo para que exista un Dios
para que exista un cielo
para que tú existas eternamente en él

A donde sea que finalmente te encuentres
lo pensaré abundante en arverjas y trigo
Y si te conviertes en alguna otra forma viviente
por favor, házmelo saber
Si es como polilla, tuyos son los libros que elijas
y hablo en serio
porque tú sabes que tanto así te quiero.

sábado, 10 de marzo de 2012

La inmortalidad de la osa

Ella era una osa grande, despreocupada y cuasifeliz. Nunca nada malo le había acontecido y ella deducía que eso era un privilegio. Durante una tarde soleada, en la que el astro rey calentaba agradablemente sin sofocar, lo natural era echarse a dormir. Y así lo hizo la osa. Apenas conciliaba el sueño, cuando de pronto sintió unas agujas atravezándole la piel, agujas que no se detuvieron sino hasta hacer contacto con sus huesos. Fue un dolor tremendo. Su grito retumbó en todo el bosque. Cuando pudo reaccionar para ver qué sucedía, encontró a una serpiente que se desperezaba al lado de la herida que ocasionó.

La osa enfurecida reclamó "¿Qué daño yo te he hecho?". La serpiente sin perder la calma replicó "si te diese un motivo, ¿te dolería menos?". La osa pudo en ese instante descuartizar a la atrevida de un solo garrazo, pero dudó, y respondió con vergüenza "si una explicación tuviese, me sentiría mejor". La serpiente no perdió un minuto más y rearmó su discurso. "Se dice que a ti nunca nada malo te ha pasado. Por eso vine a verte. Deberías estarme agradecida" La osa no entendió. La serpiente le explicó entonces de los riesgos que tiene la vida. "Estamos rodeados, no hay escapatoria", dijo, mientras lanzaba una mirada de desconfianza sobre el verde pasto y los altos ramales. Como la osa seguía sin entender, la serpiente intentó ser más explicativa: "La muerte si no te acaricia, te abraza un buen día y ya no te suelta. Y, tal vez, no debería decírtelo, pero si no venía hoy a morderte, mañana hubieses sido asesinada por un cazador. Es un hecho. La lechuza me lo dijo". Para la osa fue el fin de la inocencia. “La vida es terrible”, pensó. Como si la serpiente adivinace, asintió con voz firme "sí, lo es", y se marchó lentamente.

La osa aún adormecida en sus pensamientos reaccionó cuando la sierpe estaba ya algo lejos. Gritó: "¿Te vas tan pronto? Tengo más preguntas, ¿qué haré cuando esto cicatrice?, ¿cada cuanto tiempo debo exponerme a tus colmillos?, ¿debería devolver el favor?" Y quiso seguir preguntando, pero era innecesario. La rastrera no respondió a nada. La osa tuvo que construir un armatoste de suposiciones.

Es sabido que cada año la osa se expone lo suficiente como para engañar a la fortuna y a la pálida. Porque se sabe mortal, y ha aprendido a estarse muy atenta. Vive cada accidente como un obsequio, y cuando nada malo le sucede durante mucho tiempo, se angustia. Para sus mayores sustos, busca los colmillos de alguna sierpe amiga; cuando no encuentra a ninguna, la osa adopta medidas prácticas, se lanza desde algún barranco. Aunque a veces termina muy adolorida de estas experiencias, la osa sonríe y confía en tener una larga, larga, larga vida.

domingo, 19 de febrero de 2012

Las uvas de Watzlawick

Aquella mañana en la que la zorra no pudo alcanzar las uvas, afirmó con frío resentimiento que estas estaban verdes. Y se fue. Pero la zorra no se sentía cómoda con solo decir al aire "están verdes". No era suficiente. Enrumbó al pueblo y en el camino empezó a correr la voz “¿sabías que las uvas de esa vid están verdes?, son ácidas; he escuchado que son de mala semilla”. Prestaron atención las golondrinas, los puercoespin y las ardillas. Llegada al pueblo, fueron las gallinas las mayores responsables de la difusión. Pronto lo supieron las vacas, los patos, y los burros. Tiempo mínimo transcurrió para que fuera de dominio público. Aquellos días no había ocurrido nada importante, en realidad pocas veces tenían algo sobresaliente de que hablar; así la inmadurez de las uvas le vino en gracia a todos.

Las uvas fueron las últimas en enterarse de que eran tan célebres. Pero se enteraron. Primero rieron alegres y se sacudieron despreocupadas. ¿Por qué habría de preocuparles lo que pensasen? Por el contrario, estarían seguras, nadie osaría comerlas. No sospechaban mayor problema.

El rumor crecía y los curiosos no resistieron acercarse. Los primeros fueron unos tres zorrillos quienes las vieron de lejos, dudaron inicialmente si eran ellas, pero eran las únicas así que tenían que ser ellas. Y asintieron con engolada voz: "sí, sí, están muy verdes" y se fueron satisfechos de sí mismos. Un siguiente grupo, un par de lechuzas, con una vista de soslayo y mucho desprecio dijeron "qué verde tan desagradable" y volaron sin más. Y finalmente vino un grupo de pequeños conejos que empezaron a saltar alrededor y cantaban "verde que te quiero verde" y reían estrepitosamente. Los días pasaron y las visitas aumentaron.

Al terminar una semana, las uvas experimentaron preocupación. En particular, se desató una autoevaluación. ¿Efectivamente estaban verdes? Ellas se sentían en la plenitud de su vida, listas para sonreir a la fatalidad de ser consumidas. ¿Verdes? Ya no era solo una resentida zorra la que hablaba. Si todos las veían verdes, ¿era posible que todos se equivocasen?, ¿podía ser esto resultado de una confusión?, ¿de una mala información?, ¿todo era producto de un discurso manipulado?¿es real la realidad?... Oh, las uvas tuvieron una larga noche esa noche que dudaron de sí mismas y de lo que las rodeaba.

Apenas clareaba el día y la crisis terminó. Las uvas optaron por salirse del mundo de manera rápida. Una a una se desprendieron de la vid y fueron a estrellarse contra el suelo. El jugo guinda se impregnó en la tierra.

La zorra casualmente pasaba por el lugar y vio los restos de lo que en algún momento le apeteció. Se detuvo un minuto, sonrío amablemente y murmuró "lo sabía, eran verdes".

martes, 14 de febrero de 2012

Marguerite, Marguerite, Marguerite...



Algunas mañanas despierto con el último sueño en fresco y puedo contárselo a mi hermana para que se sorprenda, se ría o me regañe. En otras ocasiones, no hay vestigios del sueño último, no recuerdo nada de nada. Esos días pienso que no he soñado. Pero a canje amanezco con el nombre de un libro, y lo pronuncio antes de decir buenos días. Hoy fue "El amante" de Duras. Ese libro fue un gran descubrimiento para mí. Deben ser aproximadamente hace seis años cuando lo leí, tiempo en el que estudiaba francés, y la biblioteca de la Alianza Francesa estaba a mi disposición... Seis años no es mucho tiempo, pero he olvidado algunas cosas, más de aquella lectura algunos apuntes hice en su momento y estos son:

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Hoy acabé de leer "El amante" de Marguerite Duras. Nunca había leido algo de ella, a pesar de que había escuchado citar su nombre varias veces. Casi a todo autor que escucho citar procedo a realizar una exhaustiva investigación al respecto. De ella nunca me había ocupado. Encontrar un libro suyo y disponerme a leerlo fue casualidad, y reconozco que hubo un margen de morbo por el título que no dice mucho pero lo dice todo.

Ya lo leí y las impresiones que me ha dejado aún están muy frescas, vivísimas. Puedo sentir la agitada respiración del sucio amante chino. Y concluyo que quiero uno así; pero antes debo encontrar un sombrero de varón, de anchas alas y de color rosa. Por supuesto, nuestra felicidad será efímera, la sociedad y los prejuicios se interpondrán. Pero como si se tratase de una maldición, muchos años después de la separación temprana, después de nuestras bodas, hijos, divorcios, viajes, libros y terapias, cuando él me llame y me diga que aún me ama, no dudaré en exigirle que no demore más y que inmediatamente venga a buscarme.

Sí. Esa fue mi primera impresión al terminar de leer el libro. Minutos después, respirando profundo y con calma, puedo decir que es un libro donde la pasión es impresionante. No solo por el tema, el tópico resulta porque la manera en que Duras lo narra es magistral. Al leerlo no lees sobre una pasión, te consumes en esa pasión. Y está la protagonista, que en ningún momento es dramática, pero conmueve profundamente, aun cuando se muestra indolente. Porque siente de una manera extraordinaria, siente más de lo que le está permitido sentir y demostrar. Es imposible repocharle su dureza, su falta de piedad. Porque siente. Siente a pesar del infeliz de su hermano mayor que no hace más que atormentar a su familia. Siente a pesar de su madre que ya no logra planificar para sus hijos más que mendrugos y miseria. Siente a pesar de un hermanito que es frágil y suave como una nube y al que protege de toda sombra. La protagonista gana la simpatía del lector y este, aunque no compartiese sus principios, no puede juzgarla. ¿Qué se podría juzgar? ¿Que viva como puede? ¿Que se vista de forma particular? ¿Que haga oidos sordos ante la necedad? ¿Que se deje hacer por una ilusión? Su aparente locura se alza como lo más razonable en el mundo posible de la novela.

Un narrador omnisciente y un narrador protagonista que se turnan. Me gusta cuando la protagonista cuenta su historia. Eso ayuda a sentir simpatía hacía ella, su visión se hace compartida. Somos cómplices de su affaire con el hombre de Cholen. Los que juzgan son los otros, su madre, su hermano; pero aprovechan económicamente el hecho del cual mal hablan. Ella no se preocupa. Solo tiene ansias de vivir, con curiosidad y ambición de ser distinta, ni bonita, ni fea, solo distinta. La descripción de su primera relación sexual raya en la ternura y en tal naturalidad que así debiese ser la primera vez de cualquiera, una sensación de "mar, informe, simplemente incomparable".

La novela teje fragmentos pequeños que a veces juegan al caos y a estar desconectados, cuando en realidad cada uno es preciso y precioso. El lector tendrá que concentrarse más para entender. A mi parecer el fragmentarismo le sirve a su narración de dos maneras: primero, nos permite percibir la realidad mal cocida y superpuesta que le rodea, tal cual, desencajada y despanzurrada, incluida su familia; segundo esta narración fragmentaria es la representación de lo que la protagonista concibe dentro de sí y como suyo, pedacitos de vida y de muerte...

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Y eso es todo, no seguí escribiendo más sobre "El amante" y lo que me dejó al terminar de leerlo. Tal vez porque tenía que hacer una monografía para la universidad o por algún examen, o las dos cosas. Espero que haya sido por algo más interesante que ambas opciones. No sé. Lo que sé es que desperté hoy invocándote Marguerite, como si de algún ritual se tratase. De ser así, y algún poder oscuro me haya heredado mi dulce madre, deseo que exista un más allá, donde sin lugar a dudas te buscase el sucio amante chino y que cada noche escuches infinitamente el sonido del mar.

domingo, 29 de enero de 2012

HABEMUS PAPA

Si mal no recuerdo, la vi el jueves, con mi hermana menor. Queríamos checar una comedia, y la sinopsis te la presentaba como algo bastante gracioso, el título se sumaba a ese fin: “Un Papa en apuros”. Y bueno, fue así como saliendo del trabajo nos dirigimos al cine a ver la pela. Llegamos tarde, había que encontrar espacio entre los grupos familiares que habían varado en el lugar. Algunos ya se estaban riendo cuando llegamos, como si la ansiedad por divertirse los desbordase, como si apostasen a que la risa llama a la risa. Y afirmo ello porque la escena que se estaba proyectando no se veía realmente cómica… Voy a contarte y a comentarte un poco de/ sobre esta película, no pretendo hacer una reseña, lo que realmente quiero es animarte a que la veas.

El cónclave se concentraba en la elección del nuevo sumo pontífice, se transpiraba nerviosismo. Un pensamiento rebelado en voz “por favor no a mí”, el segundo pensamiento rebelado en voz “por favor Dios mío, no a mí”, y luego fueron tres, cuatro, cinco… todo el conclave zumbaba en estos pensamientos. Cuando empezó a contarse los votos, los hombres de Dios que llevaban las simpatías de los electores parecían quebrarse uno a uno. Salió el elegido, y a este se le oscureció el entendimiento. Todos los demás celebraban porque ya había uno y no eran ellos. Aunque la elección estaba hecha, quedaba la diplomática pregunta: ¿acepta usted ser el nuevo líder mundial de la comunidad católica? Todos los reunidos vitoreaban al elegido adicionando de esta forma la presión necesaria para que él dijese tímidamente “sí”. Y habemus Papa. Tenía que dar el balconazo para que toda la comunidad que se apostaba en las afueras lo viese y alimentase su fe. Lo vistieron, los de confianza le dieron unas palmaditas en la espalda, la mayoría se acuclilló ante él, y luego todos se asomaron a los ventanales para saludar a los fieles. Solo faltaba que saliese él. Fue cuestión de segundos, un vahído y luego un grito. Clásico ataque de pánico. Y “no quiero”, “no puedo”, “no lo haré”… Y a correr. Los fieles se quedaron esperando que apareciese su nuevo pastor. Ninguno de los religiosos pudo explicarles que el elegido tenía miedo.



Me encantaría seguir contándote. Hay escenas memorables. Por ejemplo cuando aparece el sicoanalista! El hombre es un capo, aunque sea sicoanalista. O cuando este - secuestrado en la sede papal para que no comente el conflicto interno que vivía la iglesia pues había que evitar el escándalo - en estado extremo de aburrimiento, organiza un campeonato deportivo en el vaticano! O cuando el elegido va al teatro… Sí, quisiera seguir contando lo que vi, pero si te cuento, ya no la verías. Y yo quiero que la veas. Aunque me la ofrecieron como comedia, y no lo es, me encantó verla. La disfruté mucho, más de lo que pudo haber resultado si se hubiese tratado de una comedia. Si quieres ver una comedia, puedes verla por partes, claro, tiene sus momentos graciosísimos (lo del campeonato es fenomenal); pero al final no te irás con el desenlace redondo, con la sonrisa en la cartera. Es mejor que eso. La película te invita a entender una crisis, personal (la del elegido) y social (un grupo de religiosos confundidos y los fieles católicos desilusionados).

Porque solemos esperar grandes hechos, grandes personajes, grandes historias… ¿Pero y si solo somos seres humanos? No hago una apología de la cobardía. La película no se trata de eso, y tampoco es mi naturaleza la medianía. Es el hecho de que no compro tan fácil el discurso del superhéroe. Prefiero ser humana, muy humana, como ese elegido que salió a buscarse por medio Roma, aún con todos sus años de vida. Si fuese necesario, viviría tanto como él. Porque tendríamos que vivir más para cuestionarnos cuanto sea necesario, para decir que no cuando es no, para correr en sentido contrario cuando el miedo muerde y no se puede más. Porque cuando no puede enfrentarse una situación, no se tiene porqué hacerlo bajo una idea macabra de principio superior. Porque debiese ser simple reconocer que nadie puede dar lo que no tiene, y asumirlo sin culpa es mejor que el heroísmo.

domingo, 8 de enero de 2012

Mi naturaleza

La cebolla vino corriendo y le dijo al tomate:
¡Pero qué haces allí echado tomate!
si ya es de día
Mira, y es un día de fiesta
¿no ves que todo es alegre?

Vamos tomate, ¡hay que celebrar!
pásale la voz al aceite,
dile también a la sal
Hagamos algo diferente hoy
Sabes, puedes decirle también al choclo
míralo, si se le ve tan contento
está allí con todos sus dientes

Ay, y el arroz
el arroz viene cantando
¿Qué haces allí todavía tomate?
¡Vamos! Párate. Hay tanto por hacer.
Mira ese sol que nos sonríe
mira ese cielo

Todo parece ser feliz
Todo parece estar bien
Vamos,
ponte de pie
y celebremos estar vivos.